viernes, 2 de diciembre de 2022

Viaje ornitológico a Sudáfrica: Johannesburgo - Parque Nacional de Kruger (I)

A finales de octubre, un grupo de amigos formado en esta ocasión por Pablo de la Nava, Mario Fernández, Raquel Lozano y el que escribe, realizamos una escapada ornitológica a Sudáfrica, sin duda uno de los países más atractivos del panorama internacional para la observación de fauna. A las 878 especies de aves registradas en el país hasta 2022 (ver checklist) se suma el exorbitante aliciente de poder disfrutar de una magnífica representación de los mamíferos más icónicos del continente africano, así como de otra gran fauna. Esta fantástica aventura comprendió desde el 26 de octubre al 10 de noviembre, visitando durante nuestra estancia dos zonas del país en dos etapas diferentes: el Parque Nacional de Kruger y el entorno de Ciudad del Cabo. Como resultado del viaje pudimos disfrutar con la observación de 327 especies de aves (ver trip report en eBird) y 50 de mamíferos, así como de otras muchas especies de distintos grupos faunísticos (ver lista completa). Nuestra primera etapa comprendió el desplazamiento desde Johannesburgo hasta el norte de Kruger, para posteriormente atravesar el parque nacional hasta llegar a su extremo meridional, volviendo a nuestro punto de origen, Johannesburgo, donde cogeríamos un vuelo interno que nos llevaría a nuestra siguiente etapa, Ciudad del Cabo, pero eso queda para más adelante. 


Algunas especies representativas de los primeros días en el P.N de Kruger

Itinerario general de nuestra primera etapa en Sudáfrica


Nuestro viaje arrancó la tarde del miércoles 26 de octubre en el aeropuerto de Madrid, de donde despegó el vuelo de Lufthansa con destino Johannesburgo en torno a las 17:00h previa escala de dos horas en Frankfurt, Alemania. Continúamos, esta vez sí, hasta Sudáfrica, aterrizando la mañana del 27 en el aeropuerto O.R Tambo, tras un vuelo de más de nueve horas. La impaciencia hizo que no pudiéramos esperar a anotar la primera especie del viaje durante el mismo aterrizaje, registrando poco antes de tomar tierra un llamativo macho de obispo colilargo (Euplectes progne) que ondulaba sus destacadas rectrices entre los herbazales de las pistas de dicho aeropuerto, el cual lleva por nombre a un destacado político sudafricano anti-apartheid. A esta especie se sumaron algunas más comunes como ibis hadada (Bostrychia hagedash), pintada común (Numida meleagris) o gorrión de El Cabo (Passer melanurus) entre otras que nos acompañarían durante todo el viaje. Tras dilapidar algo de tiempo en el aeropuerto resolviendo algunas cuestiones logísticas, como adaptadores de luz, tarjeta telefónica y otros menesteres, por fin pudimos recoger el coche de alquiler y comenzar nuestra andadura. Aun nos aguardaban más de seis horas de desplazamiento hasta nuestro primer alojamiento a las puertas de Kruger, por lo que salvo para cuestiones de avituallamiento no nos detuvimos, al menos demasiado.


Preparativos del vuelo en el aeropuerto de Madrid-Barajas

Llegando a Johannesburgo

Macho de gorrión de El Cabo (Passer melanurus)


Pese al cansancio acumulado, emprendimos el viaje con renovadas energías, con la hilarante sensación de ir circulando todo el tiempo en dirección contraria, la cual despabila a cualquiera. Pablo hizo las veces de conductor en esta etapa, por lo que los demás nos fuimos familiarizando guía en ristre con las especies más comunes de la zona, dejando un reguero de listas incidentales entre peajes y gasolineras. Pese a todo, el tiempo apremiaba, ya que una de las recomendaciones en las que se insiste de manera más recurrente cuando viajas al país es en la de no conducir de noche, especialmente por carreteras secundarias, por las cuales trascurriría la parte final de nuestro primer recorrido. Poco a poco fuimos sumando decenas de especies de aves, aunque con la agridulce sensación de ser observaciones fugaces, no había tiempo de parar. Las primeras sorpresas en forma de mamíferos fueron apareciendo a nuestro paso, primero un gran kudú (Tragelaphus strepsiceros), después unos cercopitecos verdes (Chlorocebus pygerythrus) cruzando la carretera, varios bóvidos sp. difíciles de concretar en movimiento, e incluso un avestruz (Struthio camelus) que se ve también quiso robar algo de protagonismo. 
 

Autopista N1 sentido Polokwane

Ibis hadada (Bostrychia hagedash) una de las especies más frecuentes y ruidosas de Sudáfrica


Tras unas horas abandonamos el trazado de la N1 en pos de la nacional R524, que nos llevaría a través de numerosos pueblos eminentemente agrícolas, en los que el bullicio de la vida social transcurría entre sucesivos mercados de frutas y otros mentideros. Ya oscurecido, por fin conseguimos llegar a nuestro primer alojamiento en Nzamwe, el Copacopa Lodge, 25 horas después de haber cogido el primer vuelo en Madrid. Para nuestra sorpresa encontramos el alojamiento totalmente a oscuras, lo cual atribuimos a deficiencias en su instalación, ya que aun tardaríamos días en descubrir que los cortes de luz rotativos son parte de la política estatal para paliar la sobrecarga que sufre su red eléctrica desde hace más de una década, y como no hay provincia que no sufra algún corte de varias horas una vez por semana, conviene llevar a mano alguna linterna. Por suerte la luz no tardaría en volver, según nos explicó amablemente la persona a cargo del alojamiento, pero mientras tanto empleamos el rato previo a la cena en inspeccionar los alrededores, siendo realmente productivo, ya que además de algunos insignes invertebrados pudimos observar hasta siente especies de anfibios, algo que no se repetiría durante el viaje. Las especies observadas fueron: Hemisus marmoratus (1)Chiromantis xerampelina (2), Poyntonophrynus fenoulheti (3), Ptychadena anchietae (4), Tomopterna natalensis (5), Tomopterna cryptotis (6)Ptychadena mossambica (7) identificadas gracias a esta más que recomendable web dedicada a la herpetofauna del sur de África: tyroneping.co.za/.

 
Las siete especies de anfibios observadas en el Copacopa Lodge

Milpiés gigante Archispirostreptus / Cacuminostreptus

Caracol gigante africano (Achatina fulica)

Escorpión Opisthacanthus asper 

Camaróptera baladora (Camaroptera brachyura / brevicaudata)


Con las primeras luces recogimos el equipaje y pusimos rumbo a Kruger, no sin antes entretenernos con algunas especies en los jardines del alojamiento, destacando una pareja de monarcas colilargos africanos (Terpsiphone viridis). Allí, como parte de un magnífico "coro del alba" se hicieron notar entre la algarabía de tórtolas senegalesas (Spilopelia senegalensis) y bulbules naranjeros (Pycnonotus barbatus layardi) varios suimangas pechiblancos (Cinnyris talatala) cuyo canto resulta muy familiar, ya que recuerda al de un chochín europeo (Troglodytes troglodytes). Pasados unos minutos llegamos a la puerta de Punda María, donde adquirimos nuestra Wildcard, una opción más que recomendable si además de Kruger se quieren visitar otras áreas protegidas, existiendo diversas combinaciones que comprenden una red de 80 parques nacionales y reservas repartidas por todo el país. Por fin accedimos al legendario parque de Kruger, donde nos aguardaban seis días de intensa actividad de observación de fauna.


Uno de los bungalós del Copacopa Lodge 

Macho de suimanga pechiblanco (Cinnyris talatala)

Barbudo crestado (Trachyphomus vaillantii)

Tejedor cabecirrojo (Anaplectes rubriceps)

Foto de grupo en la puerta de Punda María, Kruger.
De izquierda a derecha: Pablo, Mario, Raquel y Hugo.


El parque nacional de Kruger, el mayor de Sudáfrica, abrió sus puertas en 1927 tras la fusión de diversas reservas de caza y la adhesión de varios territorios. Comprende una vasta extensión de casi 19.000 km2 que hacen frontera con Mozambique a lo largo de 350 km de longitud y 60 km de ancho, en el cual se han registrado 517 especies de aves, 147 mamíferos, 120 reptiles, 35 anfibios y 52 peces. El nombre del parque hace referencia a Paul Kruger, presidente de la República Sudafricana entre 1883-1900 y líder de la resistencia bóer (etnia de origen neerlandés que colonizó Sudáfrica a partir de mediados del s. XVII) contra Reino Unido. Curiosamente fue la administración británica la que declaró las reservas como parque nacional, el primero de Sudáfrica, homenajeando al político Afrikáner en un acto de reconciliación, tras haber librado la Segunda Guerra Bóer (1899-1902) tan solo varias décadas atrás. En el parque de Kruger se diferencian seis tipos de hábitats principales:

 
Mapa de hábitats del PN de Kruger


  • Sandveld: suelos arenosos en los que se desarrolla una maraña forestal con elementos tropicales como los baobabs (Adansonia digitata) o la caoba (Afzelia quanzensis) restringido al norte de Kruger. 
  • Mopaneveld: bosques de mopane (Colophospermum mopane) que se presentan en tres subtipos en función del sustrato y el carácter arbustivo o forestal de la formación. Es el principal hábitat presente en Kruger. 
  • Pastizales: llanuras abiertas de suelos arcillosos, sabanas arquetípicas. Se encuentran principalmente en el sur del parque. 
  • Bosque mixto de hoja ancha: formaciones heterogéneas de frondosas compuestas por distintas especies forestales en las que predominan los sauces (Combretum sp.). Centro-oeste de Kruger 
  • Thornveld: formaciones de bosque mixto matorralizado en el que predominan distintas especies de acacias (Acacia sp.). Parches de vegetación repartidos a través del parque, más abundante en el sur. 
  • Bosque ribereño: densas formaciones forestales (Ficus, Combretum, Diospyros, Trichilia, Xanthocercis, etc.) de gran porte y abundante estrato arbustivo con presencia de palmeras (Phoenix, Hyphaene). Se encuentran a lo largo de los siete ríos principales que dividen el parque: Limpopo, Luvuvhu, Shingwedzi, Letaba, Olifants, Sabie y Crocodile.


Hábitat de Sandveld cerca del campamento de Punda María


De disponer de tiempo, merece la pena visitar el norte del parque, mucho menos turístico que la zona sur, y en la que como hemos visto se da una configuración de hábitats distinta al resto. La presencia de grandes mamíferos en el extremo norte es menos abundante, por el contrario ofrece la posibilidad de disfrutar de algunas especies que no tienen representación en el resto del parque, o cuya observación será menos probable. Pese a todo, apenas pasaron unos pocos minutos desde nuestra entrada en Kruger hasta que observamos nuestras primeras cebras (Equus quagga), impalas (Aepyceros melampus), búfalos (Syncerus caffer) o elefantes africanos (Loxodonta africana). Las primeras horas o días resultan abrumadoras en cualquier país que se visita por primera vez, casi todas las especies son nuevas, sus sonidos y requerimientos de hábitat son desconocidos más allá de lo que señalan las guías, y allá donde mires hay estímulos nuevos, por lo que el ratio de kilómetros-hora es bastante bajo. Esto se hace aun más patente en un espacio como Kruger, en el que se suma la presencia de numerosos mamíferos relativamente fáciles de observar. Priorizar y gestionar el tiempo se vuelve una ardua tarea que se va mitigando según se va familiarizando uno con las especies más frecuentes. Como ilustrar gran parte de las observaciones de un viaje semejante resulta obviamente imposible, apenas se acompañan las entradas con un 5% del total de las imágenes tomadas, a modo de esbozo, priorizando dentro de las limitaciones del autor las de mayor calidad, interés o representación.


Búfalo africano (Syncerus caffer)

Manada de búfalos africanos en hábitat de Sandveld
 
Baobab (Adansonia digitata)

Turaco unicolor (Corythaixoides concolor)

Abubilla africana (Upupa epops / africana)

Toco piquinegro (Lophoceros nasutus)
 
Cuclillo didric (Chrysococcyx caprius)

Golondrina abisinia (Cecropis abyssinica)

Campamento de Punda María, Kruger

Alzacola dorsirrojo (Cercotrichas leucophrys)

Drongo ahorquillado (Dicrurus adsimilis)

Eslizón rayado africano (Trachylepis striata)

Gran kudú (Tragelaphus strepsiceros)


Continuamos hacia el norte realizando el Mahonie loop durante el cual se fueron sucediendo diferentes especies, algunos, como el nyala (Tragelaphus angasii) en el caso de los mamíferos, o el estornino de Meves (Lamprotornis mevesii), la carraca picogorda (Eurystomus glaucurus) y el prionopo crestiblanco (Prionops plumatus) dentro de las aves, solo los observamos en este recorrido. Poco a poco fueron apareciendo especies características del continente africano, como los pájaros ratones (Colius striatus) o las tres especies más comunes de tocos; piquinegro (Lophoceros nasutus), piquigualdo sureño (Tockus leucomelas) y piquirrojo sureño (Tockus rufirostris). Conforme iba avanzando la mañana, las rapaces fueron haciéndose cada vez más habituales, pudiendo observar varios ejemplares de buitre del Cabo​ (Gyps coprotheres) y dorsiblanco africano (Gyps africanus), águila volatinera (Terathopius ecaudatus), águila estriada (Aquila spilogaster), culebrera sombría (Circaetus cinereus) o águila pomerana (Clanga pomarina) entre otras.

  
Formación de mopaneveld con sandveld en Mahonie Loop

Alción cabecipardo (Halcyon albiventris)

Prionopo crestiblanco (Prionops plumatus)

Pájaro ratón común (Colius striatus)

Carraca picogorda (Eurystomus glaucurus)

Macho inmaduro de nyala (Tragelaphus angasii)

Toco piquigualdo sureño (Tockus leucomelas)

Toco piquirrojo sureño (Tockus rufirostris)

Estornino de Meves (Lamprotornis mevesii)

Estornino orejiazul (Lamprotornis chalybaeus)

Facóquero común (Phacochoerus africanus)

Azulito angoleño (Uraeginthus angolensis)

Escribano pechidorado (Emberiza flaviventris)

Palomita aliverde (Turtur chalcospilos)


A medida que avanzamos hacia el sur a través de la carretera H1-7 la configuración del hábitat fue cambiando, sustituyendo los densos bosques del norte por una basta extensión matorralizada de mopane (Colophospermum mopane) en la que jirafas (Giraffa camelopardalis giraffa), cebras de Burchell (Equus quagga burchellii) y elefantes (Loxodonta africana) pasaron a formar parte habitual del paisaje, y en numerosas ocasiones también de la carretera. Cabe reconocer que el haber contemplado hasta la saciedad a estos impresionantes animales en incontables documentales a lo largo de décadas (algo que le debemos a La 2 de RTVE) no le quita ni una pizca de encanto cuando finalmente tienes el privilegio de observarlos en su hábitat natural. En Kruger, y otros espacios similares donde por suerte los grandes mamíferos aun dominan, uno se vuelve pequeño. La prohibición de bajarse del coche más allá de zonas habilitadas para tal fin, como merenderos, miradores o campamentos, a poco que le echemos algo de imaginación, nos retrotrae a periodos no tan lejanos en los que la especie humana no las tenía todas consigo cuando abandonaba la seguridad de sus refugios. Sinceramente genera alegría ver que pese a nuestro empeño, aun quedan retazos en los que disfrutar de nuestra insignificancia. 


Jirafas (Giraffa camelopardalis)

Varias cebras y jirafas atravesando la carretera

Cebras de Burchell (Equus quagga burchellii)

Picabueyes piquigualdo (Buphagus africanus)

Elefante africano (Loxodonta africana)
   
Grupo de elefantes cruzando un pequeño arroyo

Una manada de elefantes en un claro del bosque
   
Carraca coroniparda (Coracias naevius)

Pareja de carracas lila (Coracias caudatus)

Alcaudón pío (Lanius melanoleucus)

Gecko enano común (Lygodactylus capensis)

Merendero de Bubalala

Macho de cálao terrestre sureño (Bucorvus leadbeateri)

Grupo familiar de cálaos terrestres sureños


En este transecto fue donde mayor número de picabueyes piquigualdos (Buphagus africanus) pudimos observar. La especie se consideró extinta en Sudáfrica en 1910 no siendo hasta principios de los 80 cuando comenzó a recolonizar el país desde Zimbabue. Los factores que la llevaron a la extinción fueron la fuerte presión cinegética llevada a cabo sobre sus principales especies hospedadoras a finales del s.XIX, la epidemia de peste bovina de 1896 que prácticamente eliminó a los búfalos restantes, y los baños de arsénico realizados sobre el ganado para intentar controlar a las garrapatas que actuaban como vectores de trasmisión de esta enfermedad, que al ser consumidas por los picabueyes causaban su muerte en apenas 48h. Hoy día la especie muestra un progresivo aumento de sus efectivos, aunque no resulta especialmente abundante en muchas zonas del parque y su evolución está sujeta a estudio. Con el cambio de hábitat, especies como el alcaudón pío (Lanius melanoleucos) y la carraca lila (Coracias caudatus) se hicieron omnipresentes, entre las cuales destacaban de manera puntual en estas fechas algunas carracas coronipardas (Coracias naevius) mientras en los arcenes de la carretera se alternaban francolines de Swainson (Pternistis swainsonii) y capirotados (Ortygornis sephaena). De repente, en un pequeño claro, observamos cuatro aves de gran tamaño, las carúnculas rojas y su llamativo pico no dejaban lugar a dudas, se trataba de un grupo familiar de cálaos terrestres sureños (Bucorvus leadbeateri) una icónica especie de las sabanas africanas que en las últimas décadas ha sufrido un descenso del 70% en sus poblaciones, motivo por el cual se realizan censos periódicos dentro del parque. 


Varios termiteros en una zona de sabana
 
Inmaduro de buitre cabeciblanco (Trigonoceps occipitalis)

Buitre cabeciblanco consumiendo una pequeña carroña

Inmaduro de buitre dorsiblanco africano (Gyps africanus)
  
Curso seco del río Tsendze

Grupo de jirafas en formacion de mopane

Varios elefantes atravesando la carretera H14

Antílopes acuáticos (Kobus ellipsiprymnus) en el río Letaba

Macho de hipopótamo (Hippopotamus amphibius) mostrando sus impresionantes colmillos

Hipopótamo y cocodrilo del Nilo (Crocodylus niloticus) en el río Letaba

Macho de águila volatinera (Terathopius ecaudatus)

Culebrera sombría (Circaetus cinereus)


Pese a que restaba poco tiempo para el atardecer, el último tramo de recorrido hasta la puerta de Phalaborwa aun nos tenía reservadas varias sorpresas, como nuestro primer hipopótamo (Hippopotamus amphibius) del cual disfrutamos exhibiendo sus enormes colmillos en una demostración de territorialidad. Nuevas especies como el colorido buitre cabeciblanco (Trigonoceps occipitalis) o el  gavilán del Ovambo (Accipiter ovampensis) se sumaron entre otras a la lista, así como algunas tortugas leopardo (Stigmochelys pardalis) cuyo devenir cotidiano las llevaba a atravesar la carretera. Tras llegar a la puerta de Phalaborwa recogimos nuestra ropa de cama, mosquiteras y linternas, ya que previa reserva, existe la opción de pasar la noche en varios observatorios dentro de Kruger, entre ellos el de Sable, cerca de esta entrada del parque. Cabe señalar que a partir de las 18:00h no se puede circular dentro de Kruger, por lo que antes de que oscurezca hay que realizar bien los cálculos para llegar a tiempo al campamento o en este caso el observatorio donde estés alojado. La noche no deparó grandes sorpresas, pero ya el hecho de dormir a escasos metros de hipopótamos y cocodrilos, amenizado por el concierto que nos brindaron especies como el alcaraván acuático (Burhinus vermiculatus) o el chotacabras carirrojo (Caprimulgus rufigena) es una experiencia bastante recomendable, más aun por un precio tan asequible. Varios geckos de dedos gruesos de Turner (Chondrodactylus turneri) y algún gecko casero tropical (Hemidactylus mabouia) nos entretuvieron un buen rato, a lo que se sumaron algunas mariposas emperador (Gonimbrasia belina) muy abundantes durante la primavera, cuyas orugas, vinculadas al árbol de mopane, constituyen una importante fuente de proteínas en muchas zonas de África. Las mosquiteras cumplieron su función y amanecimos sin picaduras. Lo cierto es que para viajar a Sudáfrica desde España no hay vacunas obligatorias, aunque se recomiendan las de la fiebre amarilla y tifoidea, así como un tratamiento antipalúdico contra la malaria. La incidencia de esta última en el país es baja, aunque dentro de su distribución la zona con mayor índice es el entorno de Kruger, por lo que nunca está de más tomar precauciones. 

  
Formaciones rocosas en hábitat de Mopaneveld
 
Tortuga leopardo (Stigmochelys pardalis)

Observatorio de Sable, cerca de la puerta de Phalaborwa

Interior del observatorio una vez preparadas las camas para pasar la noche 

Gecko de dedos gruesos de Turner (Chondrodactylus turneri)

Pablo fotografiando una mariposa emperador (Gonimbrasia belina)

Gecko casero tropical (Hemidactylus mabouia)


Como contrapunto a una noche bastante tranquila, el amanecer en el observatorio nos brindó un concierto matutino y una diversidad de aves espectacular. Tuve la suerte de que coincidiera con mi cumpleaños, así que fue un regalo estupendo para comenzar la jornada. Apenas despuntó el día, en torno a las 5:00h sobrevolaron el observatorio un jabirú (Ephippiorhynchus senegalensis) y un picotenaza africano (Anastomus lamelligerus) lo que espoleó nuestro desperezo. Ya con la óptica en mano, se sucedieron algunas otras especies vinculadas a medios acuáticos, como pigargo vocinglero (Haliaeetus vocifer), espátula africana (Platalea alba), ganso espolonado (Plectropterus gambensis) o chorlitejo tricollar (Charadrius tricollaris) así como una amplia gama de aves de mediano y pequeño tamaño, como avefría armada (Vanellus armatus), crombec piquilargo (Sylvietta rufescens), batis molitor (Batis molitor), amaranta de Jameson (Lagonosticta rhodopareia) o los abundantes vencejos palmeros africanos (Cypsiurus parvus) por citar tan solo algunas de las más de 40 especies con las que desayunamos.  


Picotenaza africano (Anastomus lamelligerus)

Avefría armada (Vanellus armatus)

Alcaraván acuático (Burhinus vermiculatus)

Pigargo vocinglero (Haliaeetus vocifer)

Pareja de pigargos vocingleros en el observatorio de Sable

Chorlitejo tricollar (Charadrius tricollaris)

Espátula africana (Platalea alba)

Macho de águila volatinera (Terathopius ecaudatus)

Zorzal litsitsirupa (Turdus litsitsirupa)

Batis molitor (Batis molitor)

Vencejo palmero africano (Cypsiurus parvus)

Crombec piquilargo (Sylvietta rufescens) construyendo su nido

Francolín capirotado (Ortygornis sephaena)


Tras una breve visita nuevamente a Phalaborwa para devolver los enseres y recuperar la fianza, proseguimos dirección al campamento de Letaba, invirtiendo parte de la mañana. En el transcurso del recorrido, entre muchas especies que ya considerábamos comunes, como estornino de El Cabo (Lamprotornis nitens), cuervo pío (Corvus albus), cubla dorsinegra (Dryoscopus cubla) o bufalero piquirrojo (Bubalornis niger) sumamos algunas no observadas hasta ahora, como oropéndola enmascarada (Oriolus larvatus), alimoche sombrío (Necrosyrtes monachus), abubilla arbórea verde (Phoeniculus purpureus), abubilla arbórea cimitarra (Rhinopomastus cyanomelas), alondra sabota (Calendulauda sabota), suirirí cariblanco (Dendrocygna viduata) o culebrera pechinegra (Circaetus pectoralis) por citar tan solo algunos ejemplos.  


Papión chacma (Papio ursinus) en la puerta de Phalaborwa

Oropéndola enmascarada (Oriolus larvatus)

Estornino de El Cabo (Lamprotornis nitens)

Macho de cubla dorsinegra (Dryoscopus cubla) erizando las plumas
del dorso durante su característico cortejo

Macho de suimanga pechiblanco (Cinnyris talatala)

Cuervo pío (Corvus albus) en la puerta de Phalaborwa

Alimoche sombrío (Necrosyrtes monachus) uno de los pocos ejemplares observados

Abubilla arbórea verde (Phoeniculus purpureus)

Suirirí cariblanco (Dendrocygna viduata) en la presa de Nhlanganini

Hembra y macho de antílope acuático (Kobus ellipsiprymnus)

Culebrera pechinegra (Circaetus pectoralis)


Una vez llegamos al campamento de Letaba tomamos un pequeño almuerzo para reponer energías. Los campamentos de Kruger son auténticos vergeles, y la mejor opción si se quieren realizar senderos a pie para observar sosegadamente aves de pequeño tamaño, lo cual es bastante recomendable. La diversidad de especies es abrumadora, a lo que se suma que muchos de ellos cuentan con miradores a cursos fluviales en los que se observan sin dificultad una amplia gama de mamíferos, habitualmente desde el propio restaurante, de manera que uno puede estar desayunando asediado por mangostas enanas (Helogale parvula) mientras observa decenas de especies de aves o grupos de elefantes, jirafas, hipopótamos, cebras, impalas y un largo etc. 


Escarabajos peloteros del género Anachalcos

Mangostas enana (Helogale parvula) en el campamento de Letaba

Estornino alirrojo (Onychognathus morio)

Bulbul naranjero (Pycnonotus barbatus layardi)

Toco piquigualdo sureño (Tockus leucomelas

Barbudo crestado (Trachyphonus vaillantii)

Ardilla africana de matorral (Paraxerus cepapi)


La primera parte de la tarde nos deparó estupendas observaciones de algunas rapaces, incluido el espectacular ataque de varias águilas rapaces (Aquila rapax) valga la redundancia, a un águila marcial (Polemaetus bellicosus) que para nuestra suerte se refugió en un árbol cercano a nosotros, lo cual nos permitió disfrutar a placer de una especie tan impresionante como emblemática del continente africano. Más abundantes resultaron a partir de esta etapa las águila de Wahlberg (Hieraaetus wahlbergi) especie próxima a nuestras familiares águilas calzadas (Hieraaetus pennatus) pero ligeramente mayor. La nota de color durante esta parada la completaron entre otras muchas especies el abejaruco frentiblanco (Merops bullockoides), el gladiador cabecigrís (Malaconotus blanchoti), el pito de Bennett (Campethera bennettii) o las omnipresentes pintadas comunes (Numida meleagris). Los cauces fluviales, salpicados de aves zancudas entre las que se observaban un buen número de tántalos  (Mycteria ibis) y jacanas africanas (Actophilornis africanus) albergaban en menor medida diversas especies de acuáticas, sobre las que predominaba el ganso del Nilo (Alopochen aegyptiaca). 


Águila de Wahlberg (Hieraaetus wahlbergi)

Águila rapaz (Aquila rapax)

Águila marcial (Polemaetus bellicosus)

Águila marcial mostrando su característico diseño ventral

Águila marcial posada en el margen del río Letaba

Alondra sabota (Calendulauda sabota)

Gladiador cabecigrís (Malaconotus blanchoti)

Abejaruco frentiblanco (Merops bullockoides)

Pintada común (Numida meleagris)


Lo que restaba de tarde lo invertimos en seguir recorriendo el cauce del río Letaba a través de las carreteras S46 / S93 que nos conducirían unas horas más tarde hasta el campamento de Olifants, donde pasaríamos nuestra segunda noche dentro del parque. Previamente visitamos varios caminos cercanos en los que predominaban formaciones de mopane matorralizadas, donde algunos sisones moñudos australes (Eupodotis ruficrista) se encontraban inmersos en su cortejo. Varios grupos de papiones chacma (Papio ursinus), ñus azules (Connochaetes taurinus), facóqueros (Phacochoerus africanus) o mangostas rayadas (Mungos mungo) destacaban por su infrecuencia respecto a otras especies de mamíferos mucho más habituales. Nuevas especies de aves, como el estrilda melba (Pytilia melba), la chagra coroniparda (Tchagra australis), el turdoide de Jardine (Turdoides jardineii) o la ganga bicinta (Pterocles bicinctus) de la que tan solo observaríamos estos ejemplares en todo el viaje, completaron la larga lista de especies observadas durante la tarde, entre las que se incluían nuevamente águilas de Wahlberg, estriadas y marcial. Cerca de la intersección de la S93 con la S44, unos kilometros antes de llegar a Olifants, se encuentra el imponente baobab de Von Wielligh, que recuerda a uno de los topógrafos originales de Kruger, quien dejó su nombre tallado en el árbol en 1891.


Águila estriada (Aquila spilogaster)

Turdoide de Jardine (Turdoides jardineii)

Macho de sisón moñudo austral (Eupodotis ruficrista)

Papión chacma (Papio ursinus)

Ñu azul (Connochaetes taurinus)

Varios hipopótamos sumergidos en el río Letaba

Ganga bicinta (Pterocles bicinctus)

Antílope acuático (Kobus ellipsiprymnus)


Baobab singular de Von Wielligh

Jirafa con las últimas luces del atardecer

Río Olifants a su paso por el campamento que lleva su nombre

 
Con las últimas luces de la tarde alcanzamos el campamento de Olifants, donde aun nos aguardaba una salida nocturna con la que pondríamos el broche final a una intensa y magnífica jornada, y también a esta primera entrada de nuestro viaje a Sudáfrica. Gran parte de los campamentos ofrecen este tipo de rutas por precios bastante asequibles, las cuales merecen realmente la pena, ya que es la única manera de visitar el parque de noche, los carnívoros muestran una mayor actividad y se observan especies con las que rara vez coincidiremos de día. Un ejemplo son las abundantes liebres de El Cabo (Lepus capensis), liebres saltadoras teporingo (Pedetes capensis) o raficeros comunes (Raphicerus campestris capricornis) que resultaron bastante abundantes durante las salidas nocturnas, y de los que no observamos ninguno de día, a excepción de un raficero. Estas rutas tienen una duración de dos horas y durante esta época salen habitualmente a las 20:00h. Tras una ducha rápida y una cena más bien engullida con prisa, nos situamos en el punto de encuentro. Nuestro guía en esta primera salida nocturna fue Douglas, de carácter extrovertido y entusiasta de su trabajo. Nada más abandonamos el campamento observamos nuestra primera hiena manchada (Crocuta crocuta) así como numerosas especies habituales ya mencionadas anteriormente con las que no nos detuvimos, a excepción de los elefantes, que  en ocasiones, sorprendidos por las luces, se muestran bastante más agresivos que por el día, barritando activamente y realizando amagos de ataque. Durante la primera parte del trayecto levantamos varios ejemplares de chotacabras de Fosse (Caprimulgus fossii) aunque no suscitaron interés en gran parte de los asistentes. No pasó mucho tiempo antes de que apareciera la especie que acaparó todo el protagonismo, y que no fue otra que un leopardo africano (Panthera pardus pardus) al que sorprendimos descansando tranquilamente en la propia cuneta del camino. Tras unos segundos de admiración a varios metros del vehículo, en los que costaba aguantar la respiración, decidió cambiar de ubicación con toda tranquilidad. Da la casualidad que era la observación que había pedido como "regalo de cumpleaños" al comienzo del día, así que sin duda los 35 los recordaré toda la vida. El resto de la salida transcurrió sin grandes sobresaltos, nos brindó una buena observación de gineta manchada (Genetta maculata) y cerramos la excursión con una excelente observación de búho lechoso (Ketupa lacteus) en el río Olifants, quizás a la caza de peces o murciélagos. Regresamos al campamento para descansar, al día siguiente nos esperaban muchos otros increíbles encuentros con leones (Phantera leo krugeri), chacales de lomo negro (Canis mesomelas), gálagos moholi (Galago moholi) o avutardas kori (Ardeotis kori) pero eso ya forma parte de la siguiente entrada. 


Liebre saltadora teporingo (Pedetes capensis)

Leopardo africano (Panthera pardus pardus)

Leopardo africano durante la ruta nocturna desde Olifants
 
Gineta manchada (Genetta maculata)

Búho lechoso (Ketupa lacteus)

Búho lechoso en uno de los puentes del río Olifants

 

Viaje ornitológico a Sudáfrica: Johannesburgo - Parque Nacional de Kruger (I)

Viaje ornitológico a Sudáfrica: Johannesburgo - Parque Nacional de Kruger (II)


Crónica de viaje (eBird)

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